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martes, 15 de febrero de 2011

The Crowd


Continuando con el cariz gafapastil que está tomando mi blog, paso a comentar una gran película de cine mudo: The Crowd o como fue titulada, no excesivamente desacertadamente en este caso, en esta nuestra España “Y el mundo marcha”
King Vidor, director de esta película de 1928, nos muestra una historia que adquiere un significado muy especial en esta época de crisis tanto económica como social y política. Vidor ofrece casi un documental de época, mostrándonos un retrato del New York que ya era entonces un hervidero humano y el ritmo frenético de la vida en la gran metrópolis, que epata a nuestro protagonista. Una historia cuyo fondo continúa en la actualidad y seguirá siendo un problema social del futuro: la amargura del paro laboral, que puede destruir la paz familiar y llevar a un hombre al borde del suicidio.
The Crowd es el fiel retrato del sueño americano. ¿Que cuál es este? Pues nada más y nada menos que llegar a ser el rey del mundo. Para nuestro protagonista todo empieza bien ya que nace el 4 de julio pero a partir de aquí todo va alejándolo de este “american dream”. Este lema para engañabobos que hace creer a los borregos que ellos no pertenecen al rebaño, que son alguien especial.
El film se centra en la vida de una persona tan anónima como su nombre (John), que viaja a la gran ciudad en busca del triunfo y el ascenso social, allí conocerá a la mujer de su vida (otro personaje anónimo llamada Mary), y ambos intentarán sobrevivir como buenamente puedan en medio de la gran inmensidad en que viven. King Vidor sigue los avatares de este hombre sacado de la multitud. Un ser insignificante; alguien que cree ser especial, diferente a lo común, y sin embargo, en realidad, un ser humano más verdaderamente indiferenciable, como un pollo en una granja de engorde industrial.
El protagonista se desenvuelve en un mundo casi futurista. Un mundo Art Decó donde Vidor muestra el correr de la gente como si fueran robots. Ríos de gente que más parecen hormigas. Esas escenas no distan mucho del mundo de hoy, donde el cosmopolitismo nos ha atrapado llevándonos al borde del colapso, insuflándonos una neurosis que en el último grado del mal carácter los lleva a pensar en autodestruirnos.
Vidor intercala escenas con planos colectivos que subrayan la nimiedad que suponen dos gotas de agua en un gran océano con planos individuales de las alegrías y miserias de la joven pareja. A nuestro protagonista lo asolan las desgracias, y también las alegrías.
La película muestra la deshumanización de la sociedad moderna en el discurso de un policía:”el mundo no puede detenerse porque a usted le haya pasado una desgracia”. La multitud que sigue su ritmo, sigue marchando, como bien refleja el título español, y no se detiene ante nada.
El director bebe del expresionismo alemán para mostrarnos escenas descomunales, como la de la muerte del padre donde se ve a John de niño subiendo por una escalera inmensa, dejándolo como si estuviera colgando del abismo, metáfora hermosísima de cómo debía sentirse. Se puede apreciar el encuadre que muestra a los vecinos agolpados al inicio de la escalera mientras un Johnny de doce años sube lentamente tras la camilla en la que yace su padre muerto. Esta escena transmite la misma sensación de angustia y soledad que transmitiría una gran película acabada de estrenar invirtiendo muchísimos más medios.
Otra gran escena es cuando una cámara recorre las calles de Nueva York entre los rascacielos, se detiene ante uno cualquiera, la cámara sube por la pared y a media altura se cuela por una ventana en la que vemos una enorme sala repleta de mesas donde trabajan decenas de anónimas personas, en medio de la sala se para ante un hombre que escribe, es John Sims, antológica secuencia que Billy Wilder quiso copiar/homenajear en “El apartamento” sin llegar a la magnificencia de esta.. James Murray soporta de modo brillante el peso del film, transmitiendo los distintos sentimientos por los que pasa
Para finalizar no puedo olvidar la reflexión que nos brinda la secuencia final la en la que miles de personas ríen con él en un bullicioso teatro, pero que sin embargo no lloran su desgracia “La multitud siempre está riendo pero sólo llorará un día por ti"