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miércoles, 4 de junio de 2008

Don Blas de Lezo II. El terror del Mediterraneo


Habíamos dejado a nuestro héroe tuerto, cojo y manco al final de la guerra de la independencia. Como es normal, la tropa que es un poco chusca y dada al mote y al cachondeo empezó a denominar a nuestro héroe Patapalo o mediohombre. ¡Que bonito está burlarse de un discapacitado físico!.
Menos mal que todavía quedaba algo de cordura en el ejercito español y lo mandan a La Habana para que escolte un convoy de galeones.
Allí se queda hasta 1720, cuando se le asigna un navío bautizado como Lanfranco, conocido asimismo como León Franco y Nuestra Señora del Pilar, y se le integra dentro de una escuadra hispano-francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur, tranquilos no flipéis pensando que se fue a la Polinesia a tomar cocos y mandioca rodeado de bellas mujeres tahitianas. Los mares del sur para los españoles eran las costas del Perú.
Pese a que no estuvo en las paradisiacas Islas Marquesas si que gracias a este encargo conoció el amor. Josefa Pacheco de Bustos, una belleza criolla limeña le roba el corazón. Se casa en Lima (como manda la tradición, uno se tiene que casar en el pueblo de la novia), en 1725. Pese a que el pobre estaba hecho una pena, era un hombre de bella presencia. Yo me lo imagino como un cruce entre Andoni Ferreño y Ramontxu García.
En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la Escuadra naval del Mediterraneo. Con este cargo marchó a Génova con 6 navios para reclamar no que dejaran en paz a Mariao Rajoy sino el pago de los dos millones de pesos, un fortunón para la época, pertenecientes a España que se hallaban retenidos en el Banco de San Jorge. Se planta delante del Puerto Genovés y con la diplomacia típica del vasco, increpa a los asustados ciudadanos de la república de Génova, amenazandolos con cañonear la ciudad si no le daban las perras. Además como el tío era muy chulo les exige un homenaje a la bandera real de España. Por supuesto los genoveses ante ese alarde de diplomacia carvernícola acceden a todo.
Dos años después le piden que prepare una expedición de 54 buques y 30.000 hombres, para reconquistar Orán ya que una caterva de piratas berberiscos bajo el mandato de Bay Hassan se habían acantonado allí. Como era de esperar rindió la ciudad pero cuando se marchó, el pirara argelino que había huido cual rata en barco incendiado, logró reunir tropas y sitiarla. Lezo retornó en su socorro con seis navíos y 5.000 hombres logrando ahuyentar a Bay Hassan tras reñida lucha. No contento con esto, persiguió su nave capitana de 60 cañones, que se refugió en la Bahia de Mostagan, puerto natural defendido por dos castillos fortificados y 4.000 moros. Ello no arredró a Lezo, que quiere hundir esa nave, por lo que entra tras el argelino como toro tras capote, despreciando el fuego de los fuertes, incendiándo y causando además grave ruina a los castillos, vamos que hizo un escombral. Patrulló después durante meses por aquellos mares, impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Estambul, ya se sabe que los piratas berberiscos estaban patrocinados por el Turco, hasta que una epidemia le forzó a regresar a Cádiz, que no estaba el cuerpo de Don Blas como para tonterías.
En estos momentos a nuestro héroe le rodea una aureola de invencible lobo de mar que se acrecentará aún mas si cabe en próximos años con su magnífica defensa de Cartagena de Indias (Colombia) . Este fabuloso hecho lo inmortalizaría para los anales de nuestra historia naval.
En 1737, fue nombrado Comandante General de aquella plaza, centro neurálgico de la presencia española en América.
¿Porqué era tan importante dicha plaza?
Lección de historia hispanoamericana y no, no voy a hablar de la OTI.
En el XVI, XVII y XVIII el Atlántico era una concurrida autopista de ida y vuelta para los Galeones españoles pero también para los codiciosos corsarios franceses, británicos y holandeses. Esto obligó a la Corona a fortificar los principales puertos de América y a organizar un sistema de flotas para que el tesoro americano llegase a Sevilla intacto, con todo su oro y su plata, sus piedras preciosas y sus especias.
Las flotas partían de Sevilla una vez al año, fuertemente escoltadas por navíos de la Armada. Al llegar a América se dividían: una, la de Nueva España, se dirigía a Veracruz; la otra, la de Tierra Firme, o también llamada de los Galeones ponía rumbo a Portobelo, en el istmo de Panamá. Unos meses más tarde las dos flotas, cargadas hasta arriba de riquezas, se encontraban en La Habana y enfilaban el camino de vuelta a España deslizándose por el azaroso canal de la Bahama, donde los piratas ingleses, franceses y holandeses, envidiosillos ellos de las riquezas españolas, esperaban con la daga entre los dientes. La ciudad mas fortificada de América y donde se reunían todas las riquezas de Tierra firme (Nueva granada Perú..etc) que iban a España en era Cartagena de Indias.

La flota atlántica tenía su complemento en el Pacífico. Desde Panamá partía la llamada Armada del Sur, que recalaba en los puertos de Perú, Ecuador y Chile. Más al norte, Acapulco servía de base para el Galeón de Manila, que era la prolongación de la flota de Nueva España en el Pacífico. Durante siglos, esta intrincada telaraña de rutas comerciales organizadas mantuvo en contacto todos los dominios de la Corona española. Parece increíble que en el país de la improvisación y del tente mientras cobro hayamos sido capaces de montar y hacer funcionar semejante trama comercial. El mito de la ineficiencia española, es eso, un mito pues si no eramos metódicos si que eramos bastante creativos como para hacer que funcionase mal que bien el sistema. También hay que decir que la cosa era francamente mejorable pero que le vamos a hacer los españoles somos así.
En este intrincado mundo de intereses comerciales llega nuestro vasco para convertirse en 1739 en el principal personaje de uno de los acontecimientos mas heroicos y también mas olvidados de nuetra historia patria: La Guerra de la oreja de Jenkins de la que hablaremos en el siguiente y último capítulo de la vida de Don Blas de Lezo.


1 comentario:

José Miguel dijo...

Me tienes en ascuas.