Un adulto medio dedíca una buena parte de su vida a contemplar su imagen. Peinarse (los que tienen pelo), afeitarse (los que no tienen barba), maquillarse y depilarse (mujeres y metrosexuales), ducharse, lavarse los dientes (los que tiene dientes) o las manos requiere un tiempo y se hace generalmente, dependiendo el grado de cerditud o cerdez, a diario, cada dos dias, semanalmente, mensualmente, anualmente y en casos extremos bianualmente.
Estas tareas se hacen frente al espejo; además cada vez que se visita el cuarto de baño, nadie se va sin echarse un vistazo. Pero esto no es todo, porque en el retrovisor, los escaparates, los ascensores, las ventanas y ventanillas que reflejan buscamos nuestra imagen y la examinamos furtivamente, con despreocupación o recreándonos.
Narciso no tuvo tantas oportunidades. Cuenta el mito que era hijo de la ninfa Liríope de Tespia. y de Céfiso, un dios del río. A pesar de que dichos padres que eran dios y ninfa de Segunda B en la liga divina, el niño salió bastante creido. La leyenda cuenta en la versión griega que este bello desdeñó a un pretendiente, Amenillas (ya se sabe que los griegos les iba el rollo homo) y burlándose de él, le entregó una espada con la que el pobre admirador se suicidó a las puertas de la casa de Narciso, pidiendo a Némesis que un día conozca este creído el amor no correspondido. Esta maldición se cumple cuando Narciso se enamora de su propia imagen reflejada en un estanque (que hace falta ser tontolpijo) e intenta seducir al hermoso joven sin darse cuenta de que se trata de él mismo, hecho del que se da cuenta cuando intenta besarlo. Entristecido de dolor, Narciso se suicida con su espada.
La leyenda romana es más bonita y también mas hetero. Cuenta Ovidio que la ninfa Eco se enamora de él y al no ser correspondida se oculta en una cueva consumiéndose. Por lo que se refiere a Narciso un día sintió sed y se acercó a beber a un arroyo, quedando fascinado por la belleza de su reflejo, por lo que no se atrevió a beber por miedo a dañarlo e incapaz de dejar de mirarlo. Finalmente murió contemplando su reflejo y la flor que lleva su nombre creció en el lugar de su muerte.
El mundo de los adolescentes está lleno de Narcisos. La atención hacia la imagen propia, como vimos al principio, es algo normal y saludable pero cuando este interés se convierte en presunción o vanidad ya empieza la cosa a no ser una actitud positiva.
Algunos de los adolescentes actuales rayan el narcisismo patológico. No es que le tengan devoción a la figura humana, a la belleza física, es que son, para ellos mismos, los únicos protagonistas de la vida. Se caracterizan por su egocentrismo y su necesidad permanente de suscitar la admiración de los demás. Se consideran especiales y son pretenciosos, arrogantes y soberbios, despreciando la madurez como signo de decadencia y levantando un altar a la vanalidad.
Sin embargo, en contra de lo que se quiera pensar, no se quieren a si mismos ni tampoco a los demás, tiene baja autoestima por lo que no pueden aceptar su personalidad, mientras carecen de empatía e ignoran los sentimientos y necesidades ajenas.
En resumen, son incapaces de amar de manera estable, son explotadores, manipuladores e incluso maltratadores. El problema está en que esta actitud se curaría si los padres se lo hicieran ver pero en el caso de muchos de estos progenitores prefieren mirar a otro lado, no ver lo mensajes que su hijo manda, pensar que su hijo o hija es la mejor del mundo.
Se produce la misma situación que con el maltratador y la maltratada. Los padres sufren pero son incapaces de reaccionar, son incapaces de pensar que su hijo no es el pequeñuelo que se caía cuando aprendía a andar, que cambiaba sus dientes de leche, que se ilusionaba con los primeros reyes. Ahora el niño va en moto sin casco o en coche sin papeles, tiene una psicosis motivada por consumir sustancias estupefacientes, maltrata a los que tienen a su alrededor y llora por las noches en su cama porque sabe que es un desgaciado.
Eso padres piensan que ayudan a su hijo permitiendo pero no se dan cuenta de que jamás dejará de ser Narciso y cuando acabe la adolescencia Narciso se clavará la espada o se dejará morir de hambre.
Estas tareas se hacen frente al espejo; además cada vez que se visita el cuarto de baño, nadie se va sin echarse un vistazo. Pero esto no es todo, porque en el retrovisor, los escaparates, los ascensores, las ventanas y ventanillas que reflejan buscamos nuestra imagen y la examinamos furtivamente, con despreocupación o recreándonos.
Narciso no tuvo tantas oportunidades. Cuenta el mito que era hijo de la ninfa Liríope de Tespia. y de Céfiso, un dios del río. A pesar de que dichos padres que eran dios y ninfa de Segunda B en la liga divina, el niño salió bastante creido. La leyenda cuenta en la versión griega que este bello desdeñó a un pretendiente, Amenillas (ya se sabe que los griegos les iba el rollo homo) y burlándose de él, le entregó una espada con la que el pobre admirador se suicidó a las puertas de la casa de Narciso, pidiendo a Némesis que un día conozca este creído el amor no correspondido. Esta maldición se cumple cuando Narciso se enamora de su propia imagen reflejada en un estanque (que hace falta ser tontolpijo) e intenta seducir al hermoso joven sin darse cuenta de que se trata de él mismo, hecho del que se da cuenta cuando intenta besarlo. Entristecido de dolor, Narciso se suicida con su espada.
La leyenda romana es más bonita y también mas hetero. Cuenta Ovidio que la ninfa Eco se enamora de él y al no ser correspondida se oculta en una cueva consumiéndose. Por lo que se refiere a Narciso un día sintió sed y se acercó a beber a un arroyo, quedando fascinado por la belleza de su reflejo, por lo que no se atrevió a beber por miedo a dañarlo e incapaz de dejar de mirarlo. Finalmente murió contemplando su reflejo y la flor que lleva su nombre creció en el lugar de su muerte.
El mundo de los adolescentes está lleno de Narcisos. La atención hacia la imagen propia, como vimos al principio, es algo normal y saludable pero cuando este interés se convierte en presunción o vanidad ya empieza la cosa a no ser una actitud positiva.
Algunos de los adolescentes actuales rayan el narcisismo patológico. No es que le tengan devoción a la figura humana, a la belleza física, es que son, para ellos mismos, los únicos protagonistas de la vida. Se caracterizan por su egocentrismo y su necesidad permanente de suscitar la admiración de los demás. Se consideran especiales y son pretenciosos, arrogantes y soberbios, despreciando la madurez como signo de decadencia y levantando un altar a la vanalidad.
Sin embargo, en contra de lo que se quiera pensar, no se quieren a si mismos ni tampoco a los demás, tiene baja autoestima por lo que no pueden aceptar su personalidad, mientras carecen de empatía e ignoran los sentimientos y necesidades ajenas.
En resumen, son incapaces de amar de manera estable, son explotadores, manipuladores e incluso maltratadores. El problema está en que esta actitud se curaría si los padres se lo hicieran ver pero en el caso de muchos de estos progenitores prefieren mirar a otro lado, no ver lo mensajes que su hijo manda, pensar que su hijo o hija es la mejor del mundo.
Se produce la misma situación que con el maltratador y la maltratada. Los padres sufren pero son incapaces de reaccionar, son incapaces de pensar que su hijo no es el pequeñuelo que se caía cuando aprendía a andar, que cambiaba sus dientes de leche, que se ilusionaba con los primeros reyes. Ahora el niño va en moto sin casco o en coche sin papeles, tiene una psicosis motivada por consumir sustancias estupefacientes, maltrata a los que tienen a su alrededor y llora por las noches en su cama porque sabe que es un desgaciado.
Eso padres piensan que ayudan a su hijo permitiendo pero no se dan cuenta de que jamás dejará de ser Narciso y cuando acabe la adolescencia Narciso se clavará la espada o se dejará morir de hambre.
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