El protocolo de Kioto debía prohibir la proliferación de inspectores, orientadores, jefes de estudios, directores y otros leguleyos logseros que hacen con sus peticiones de hojas de seguimiento, programaciones, unidades didácticas, memorias, actas y otras sandeces, que la destrucción de la selva amazónica y el calentamiento global sea algo inminente.
En cierta ocasión un inspector me reclamó la insuficiencia de palabras en una memoria sobre las actas levantadas en las reuniones de departamento. A tal queja contesté que, puesto que ya estaban recogidas las reuniones en un libro de actas, lo único que tenía que hacer era leerse dicho libro y que lo que yo había hecho era un resumen de lo tratado sin profundizar, además añadí que pensaba que un inspector no estaba para fiscalizar memorias y otros papeles sino para resolver el problema tan grave de disciplina que existía en el centro con dos alumnos marroquíes que no entraban a clase e insultaban a compañeros y profesores. La respuesta de mi querido inspector fue “los papeles, como tu dices, sirven para reflexionar sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje” ¡Ole tus narices! Eso si que es salirse por peteneras, que le faltó decir que el tiempo estaba loco debido a que el Sumo Hacedor no tenía hecha una buen programación de aula.
En bragas y camiseta
Hace 19 horas
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