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miércoles, 24 de septiembre de 2008

MI colegio estaba al lado del Parque Güell

El ganador del concurso ¿Dónde hice esa magnífica foto merecedora de un Pulitzer en la categoría Fotografía de reportaje? es José Miguel, el cual pudo elegir y recoger su premio este fin de semana pero reusó por sobrarle tanto una cosa como otra.
Como excepción y sin que sirva de precedente hay un premio de consolación para Emilcar consistente en un beso de tornillo, por ello, próximamente, te llevaré el tornillo para que te bese.
Efectivamente la foto se realizó en el parque Güell, lugar muy próximo a mi primer colegio, San Antonio María Claret.
Empecé el colegio a edad temprana, con solo 2 añitos, por lo que fui un repetidor perpetuo de párvulos. En mi época sólo había párvulos de 5 años así que repetí tres veces, gracias a Dios que no he vuelto a repetir.
Mi colegio era chungo, chungo. Dos anécdotas te pueden describir cual era el origen de mis compañeros:
1ª anécdota: Unos fastuosos y fornidos albañiles estaban realizando unas obras y reformas en el centro e incautos de ellos decidieron coincidir su descanso con el recreo de los alumnos pequeños. Cuando volvieron al tajo se encontraron que todas sus herramientas habían desaparecido. Mi madre que era la profesora de un grupo de satanases de seis años dijo “no se preocupen que esto sale”. Los reunió en el aula y pidió que salieran los masones que habían requisado tan nobles herramientas ante lo cual fue llevada al cubil de los pilluelos donde se encontraba el botín que con astucia e ingenio habían birlado.
2ºª anécdota. Antaño existía una cosa denominada permanencias, consistente en unas clases particulares que se daban después del horario lectivo y que los alumnos pagaban directamente al profesor. Una de las veces mi padre que también era profesor de este magno centro pidió el dinero a un alumnos. Este ante el requerimiento pecuniario pidió una prórroga de una semana ya que ese fin de semana llegaba un barco americano al puerto de Barcelona e iban a tener mucho trabajo e iban a cobrar mucho dinero. Supongo que no es necesario decir cual era el ancestral oficio de esa madre.
Todavía recuerdo a un compañero cuyo cabello brillaba no por su limpieza sino por la cantidad de piojos que habitaban en su cuero cabelludo. Un día descubrimos que no era moreno, eran los piojos los que le daban su color característico.
En fin el próximo día vendrá el relato de mi encuentro este verano con una de las cosas que mas me fascinaban de pequeño de Barcelona.

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