La primera vez que fui a un concierto de música para piano me pilló desprevenido. Fue por el 1990 cuando yo como joven aficionado a la música disponía de un fastuoso carnet de promúsica, rancia institución murciana, donde las haya (¿será haya con y o con ll?, creo que
hell me ha causado un trauma).
LLevaba unos años cantando en coros y me estaba aficionando a la música clásica así que ni corto ni perezoso me acerqué al Romea a las 21 horas dispuesto a disfrutar de mi primer concierto de piano.
¿Disfrutar?, ¿He dicho disfrutar?. Para nada. "Jamás olvidaré esa horrible visión que se prolongó durante dos horas interminables: una señora entrada en años, que me recordaba a un cruce entre la Castafiore y una celadora de prisión rusa, vestida de negro y lentejuelas y un escote pronunciado que desoía cualquier canto a la lascivia. Erasé un ser a un moño estratosférico pegado, que tocaba, tocaba y tocaba sin descanso. Entre el público, algunos dormitaban,que digo dormitaba, roncaban, otros aparentaban extraordinaria atención, otros esperaban a que acabara la pieza para iniciar su propio recital de toses y carrasperas embutidos en trajes de épocas pretéritas con corbatas regalo del día del padre o en abrigos de visón o de zorro ártico que daban calor ajeno. Y yo me aburría viendo como esa mujer no paraba de aporrear un mueble negro del que salían incontables melodías del romanticismo pianístico alemán, sin anestesia, que digo sin anestesia, sin la epidural de cintura para arriba porque una cosa así no hay quien la aguante. Estaba deseando irme de allí y ahogar mis penas en una coca cola y un bocadillo que me hiciera olvidar ese sinsabor.
Lo mio fue un problema bien simple, un problema de libro. Yo no sabía donde me metía, ni para que, ni quien tocaba, ni que tocaba, ni como. La falta de conocimientos mínimos me impedía disfrutar y voy mas allá, deleitarme con la labor del moño musical, con el trabajo dignamente hecho de la pianista, que seguramente era una gran profesional, los músicos del Este que traían en Promúsica eran baratos pero bastante dignos. Puesto a ignorar, ignoraba incluso que un concierto requiere muchas horas de trabajo previo. La sola observación de este trabajo tiene interés.
A mi me hubiera ido mejor si me hubiese asesorado primero, si hubiese leído que se iba a interpretar, que compositores eran los interpretados, que anhelos tenían, que querían expresar con sus obras, que lenguaje musical utilizaban y dentro de que estética vivían.
Lo que estaba claro es que yo tenía en aquella época el estómago musical de un bebe y me habían dado a comer un cocido, con su tocino, su morcilla arrocera, sus garbanzos... El haber realizado un estudio previo no solo me hubiera hecho mas digestiva la música sino que también y sobre todo me la habría hecho más grata al paladar.
Este es el problema de mucha gente que se acerca a la música clásica. Se acercan a través de unos compositores demasiado complejos, un Listz, un Beethoven, un Schumann son leña demasiado recia para los neófitos. Lo mejor es acercarlos con algo mas digestivo como un Vivaldi o un Handel o un Mozart.
PS: La imagen del post está sacada de un blog titulado gominolas de mandarina que es lo mas empachoso que pare madre
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